CAPÍTULO II - RITO DEL EXORCISMO MAYOR

Oración


Oración

Señor, sé una roca protectora para tu servidor (servidora) N.,

y ya que lo (la) redimiste con la preciosa Sangre de tu Hijo,

líbralo (líbrala) del lazo del enemigo que lo (la) persigue;

ilumina tu rostro sobre él (ella) y sálvalo (sálavala) por tu misericordia,

Tú que conoces las ansiedades de su alma.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden:

72.

Salmo 34

Fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio (Ef. 6, 10-11).

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Combate, Señor, a los que me atacan, pelea contra los que me hacen la guerra.

Toma el escudo y el broquel, levántate y ven en mi ayuda; empuña la lanza y la jabalina para enfrentar a mis perseguidores; dime: «Yo soy tu salvación».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Que sufran una derrota humillante los que intentan quitarme la vida; que vuelvan la espalda confundidos los que traman mi perdición. Que sean como la paja ante el viento, mientras el Ángel del Señor los arrastra; que su camino sea oscuro y resbaladizo, mientras el Ángel del Señor los persigue.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda. Porque me tendieron sus redes sin motivo y me cavaron una fosa mortal:

¡que los sorprenda un desastre imprevisto; que sean atrapados por sus propias redes y caigan en la fosa que ellos mismos cavaron!

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Pero yo me alegraré en el Señor, me regocijaré por su victoria; todo mi ser proclamará: «Señor, no hay nadie igual a ti; tú libras al débil de las manos del más fuerte, y al pobre, de aquel que lo despoja».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Se presentan contra mí testigos falsos; me piden cuenta de cosas que ignoro; me devuelven mal por bien, dejando mi alma desolada.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Yo, en cambio, cuando ellos estaban enfermos, me cubría con ropas de penitente, afligía mi alma con ayunos y oraba con la cabeza inclinada. Ellos eran para mí como un amigo o un hermano y yo andaba triste y abatido, como quien llora la muerte de su madre.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Pero cuando tropecé ellos se alegraron, se juntaron todos contra mí y me golpearon sorpresivamente; me desgarraban sin cesar, se burlaban de mí con crueldad y rechinaban contra mí sus dientes.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Señor, ¿cuánto tiempo vas a tolerarlo? Líbrame de los animales rugientes, salva mi vida de los leones; y te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré en medio de una multitud.

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

¡Que no canten victoria mis enemigos traicioneros, ni se guiñen el ojo los que me odian sin motivo!

Ellos no hablan de paz, sino que atacan a los oprimidos de la tierra; traman planes engañosos y se ríen de mí a carcajadas, diciendo:

«Lo hemos visto con nuestros propios ojos».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Tú también lo has visto, Señor, no te calles; no te quedes lejos de mí, Señor; ¡despiértate, levántate, Dios mío, Señor mío, defiende mi causa!

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Júzgame según tu justicia, Señor; Dios mío, que no canten victoria sobre mí; que no piensen: «Se cumplió nuestro deseo», ni digan: «Lo hemos devorado».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Que sufran una derrota humillante los que se alegran de mi desgracia;

que se cubran de confusión y de vergüenza

los que se envalentonan contra mí.

Canten, en cambio, y alégrense,

los que desean mi triunfo;

los que desean mi felicidad,

repitan siempre: «¡Qué grande es el Señor!».

R. Despiértate, Señor, y ven en mi ayuda.

Entonces mi lengua pregonará tu justicia,

y cada día proclamaré tu alabanza.

Oración

Dios y Señor nuestro, que proteges a los que esperan en ti;

con tu auxilio y escudo levántate a favor de tu siervo (sierva) N.,

rescátalo (rescátala) de las asechanzas del enemigo

y combate con tu fuerza poderosa a quienes lo (la) atacan.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

73.

Salmo 53, 3-9

Confíen, soy yo... no tengan miedo (Mc. 6, 50).

R. El Señor sostiene mi alma.

Dios mío, sálvame por tu Nombre,

defiéndeme con tu poder,

Dios mío, escucha mi súplica,

presta atención a las palabras de mi boca.

R. El Señor sostiene mi alma.

Porque gente soberbia se ha alzado contra mí,

hombres violentos atentan contra mi vida,

sin tener presente a Dios.

Pero Dios es mi ayuda,

el Señor es mi verdadero sostén.

R. El Señor sostiene mi alma.

Que el mal recaiga sobre mis adversarios,

¡destrúyelos, Señor, por tu felicidad!

Te ofreceré un sacrificio voluntario,

daré gracias a tu Nombre, porque es bueno,

porque me has librado de todos mis adversarios

y he visto la derrota de mis enemigos.

R. El Señor sostiene mi alma.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

R. El Señor sostiene mi alma.

Oración

Señor, salva a tu siervo (tu sierva) N.,

y juzga con tu poder al enemigo que persigue su alma,

para que despojado (despojada) de toda tribulación

engrandezca tu santo nombre con el testimonio de su fe.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

74.

Salmo 67, 2-4.29.33-36

"Cuando Cristo subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos y repartió dones a los

hombres" (Ef. 4, 8).

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

¡Se levanta el Señor!

Sus enemigos se dispersan

y sus adversarios huyen delante de él.

Tú los disipas como se disipa el humo;

como se derrite la cera ante el fuego,

así desaparecen los impíos delante del /Señor.

Pero los justos se regocijan,

gritan de gozo delante del Señor

y se llenan de alegría.

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

Tu Dios ha desplegado tu poder:

¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

¡Canten al Señor, reinos de la tierra,

entonen un himno al Señor,

al que cabalga por el cielo,

por el cielo antiquísimo!

El hace oír su voz poderosa.

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

¡Reconozcan el poder del Señor!

Su majestad brilla sobre Israel

y su poder, sobre las nubes.

Tú eres temible, Señor, desde tus santuarios.

El Dios de Israel concede a su pueblo

el poder y la fuerza.

¡Bendito sea Dios!

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

R. Se levanta el Señor y sus enemigos se dispersan.

Oración

Mira, Señor, la aflicción de tu servidor (servidora) N.,

y levántate para auxiliarlo (auxiliarla);

para que liberado (liberada) de la esclavitud del demonio

y recuperada su paz y su piedad

reconozca que Tú eres admirable.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

75.

Salmo 69

Señor, sálvanos que perecemos (Mt. 8, 25).

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

¡Líbrame, Dios mío!

¡Señor, ven pronto a socorrerme!

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Que se avergüencen y sean humillados

los que quieren acabar con mi vida.

Que retrocedan confundidos

los que desean mi ruina;

que vuelvan la espalda avergonzados los que se ríen de mí.

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Que se alegren y regocijen en ti

todos los que te buscan;

y digan siempre los que desean tu victoria:

«¡Qué grande es nuestro Dios!».

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Yo soy pobre y miserable:

ven pronto, Dios mío;

tú eres mi ayuda y mi libertador,

¡no tardes, Señor!

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

R. Tú eres, Señor, mi ayuda y mi liberador.

Oración

Ven a nuestra ayuda, Señor,

y apresúrate a socorrer a este hijo tuyo (esta hija tuya) N.,

para que, vencidas las insidias del diablo

permanezca siempre protegido (protegida) con tu presencia.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden:

Amén.

II

EVANGELIOS

76.

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (4, 1-11)

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.

Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador,

acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en

panes». Jesús le respondió: «Está escrito: "El hombre no vive solamente de pan, sino de

toda palabra que sale de la boca de Dios"».

Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta

del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Dios

dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece

con ninguna piedra"». Jesús le respondió: «También está escrito: "No tentarás al Señor,

tu Dios"».

El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos

los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras

para adorarme». Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: "Adorarás al

Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto"».

Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

77.

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (16, 15-18)

Jesús Resucitado se apareció a los Once y les dijo: «Vayan por todo el mundo,

anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que

no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los

demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con

sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos

sobre los enfermos y los curarán».

78.

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (1, 21b-28)

En la ciudad de Cafarnaúm, cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y

comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba

como quien tiene autoridad y no como los escribas. Había en la sinagoga un hombre

poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; «¿Qué quieres de nosotros, Jesús

Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».

Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo

sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron

asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera

nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!». Y

su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

79.

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (10, 17-20)

Los setenta y dos discípulos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta

los demonios se nos someten en tu Nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del

cielo como un rayo. Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para

vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin

embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres

estén escritos en el cielo».

80.

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (11, 14-23)

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio,

el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos

decían: «Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los

demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a

la ruina y sus casa caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá

subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder

de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los

expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.

Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el

Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace

guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte

que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no

está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

III
FÓRMULAS DEL EXORCISMO

81. Otra forma deprecativa (cfr. n. 61)

Dios del cielo, Dios de la tierra, Dios de los ángeles, Dios de los arcángeles, Dios de los patriarcas, Dios de los profetas, Dios de los apóstoles, Dios de los mártires, Dios de los sacerdotes, Dios de las vírgenes, Dios de todos los santos y santas, Dios que tienes poder para dar vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, no hay otro Dios fuera de ti, creador de todo lo visible e invisible, Dios, que quieres que todos los hombres se salven y amaste al mundo de tal modo que enviaste a tu Hijo Unigénito para destruir las obras del diablo; te suplicamos, Señor. humildemente, apelando a la majestad de tu gloria, que libres a este servidor tuyo (servidora tuya) de todo poder de los espíritus infernales, de sus lazos, de sus engaños, de sus malicias, y que lo (la) custodies incólume. Infunde, el Espíritu de la verdad, Aquél que tu Hijo prometió a sus discípulos; desde el cielo expulsaste al diablo como un rayo, envía desde allí al Espíritu Paráclito, para que expulse lejos al delator y opresor de nuestra naturaleza y nos haga evitar todo daño.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

82. Otra fórmula imperativa (cfr. n. 62)

Te exorciso, antiguo enemigo del hombre: sal fuera de N. a quien Dios creó con amor.

Te lo manda, nuestro Señor Jesucristo, cuya humildad venció tu soberbia cuya prodigalidad prevaleció sobre tu enviada, cuya mansedumbre aplastó tu crueldad. Enmudece, padre de la mentira, y no impidas que este siervo (esta sierva) de Dios bendiga y alabe a su Señor.

Eso te ordena Jesucristo, Sabiduría del Padre y esplendor de la Verdad, cuyas palabras son espíritu y vida.

Sal de él (ella), espíritu inmundo, deja el lugar al Espíritu Santo.

Eso te manda Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, que naciendo puro del Espíritu y de la Virgen purificó todas las cosas con su Sangre.

Por eso, retrocede, Satanás, vuélvete atrás en el nombre de Jesucristo, que te expulsó fuertemente con el dedo de Dios y destruyó tu reino.

Retírate, por la fe y la oración de la Iglesia, huye de aquí, por la fuerza de la Santa X Cruz, en la cual, el dulce Cordero inmolado por nosotros, nuestro Señor Jesucristo, nos libró de tu cruel potestad.

Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.

83. Otra fórmula deprecativa (cfr. n. 61)

Tú eres Santo, Señor de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria, porque creaste todas las cosas que existen en el universo. Tú que sentado sobre los querubines no sólo habitas en lo alto sino que miras con atención hacia el cielo y la tierra y observas también los abismos.

Abre tus ojos, Señor y contempla la aflicción de N., a quien creaste por amor; por él (ella) te rogamos suplicantes, que despiertes tu poder, envíes tu Espíritu Paráclito para que este siervo tuyo (sierva tuya) no sólo ordenado (ordenada) en su corazón sino también sincero (sincera) en su mente pueda ofrecerte el debido servicio.

Dios, creador y redentor del género humano, que desde el comienzo hiciste al hombre según tu imagen y le encomendaste el cuidado del mundo entero, para que, sirviéndote a ti, su Creador, dominara todo lo creado; te pedimos que te apiades de la condición humana, herida por el pecado, y muestres tu bondad a este siervo tuyo (sierva tuya) N. abatido (abatida) por el engaño diabólico para que liberado (liberada) del enemigo, te reconozca ti, el único Dios y Señor.

Dios de infinita misericordia, que para nuestra redención enviaste bondadosamente a tu Hijo Unigénito a fin de que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna;

Tú que levantaste en la Cruz a tu propio Hijo, para que borrado el decreto de muerte atrajese a sí todas las cosas, te pedimos que tengas compasión de tu Iglesia suplicante y escuches su oración a favor de tu atribulado (atribulada) N. de tal manera que, desaparecida toda adversidad, tu derecha proteja a quien, con su Sangre derramada en la Cruz redimió Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.

84. Otra fórmula imperativa (cfr. n. 62)

Por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo, yo te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe, enemigo del género humano, conductor de la muerte, padre de la mentira, raíz de todos los males, seductor de los hombres, provocador de los dolores.


Te adjuro, maldito dragón, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, para que abandones de raíz y que huyas de este ser plasmado por Dios. 

El mismo Jesucristo te lo ordena, quien te mandó sumergirte desde lo alto de los cielos a los lugares más bajos de la tierra.

El mismo Cristo te lo ordena, que calmó al mar, a los vientos y a las tempestades .

El mismo Cristo te lo ordena, que es la eterna Palabra de Dios hecha carne, y que se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte por la salvación del género humano perdido por tu envidia.

Témelo a Él, que en Isaac fue inmolado, en José vendido, en el Cordero, muerto, en el hombre, crucificado, y en el infierno, triunfador.

Dale lugar a Cristo, en quien ninguna de tus obras has podido encontrar.

Humíllate bajo la potente mano de Dios; tiembla y huye, pues invocamos el santo nombre de Jesús, ante quien tiemblan los infiernos, a quien están sujetas las Virtudes de los cielos, las Potestades, las Dominaciones y a quien los Querubines y los Serafines aclaman con una sola voz diciendo:

Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.

Retrocede ya, en el nombre del Padre X y del Hijo X y del Espíritu X Santo.

Dale el lugar al Espíritu Santo por este signo de la Santa X Cruz de nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.

84. Otra fórmula imperativa (cfr. n. 62)

Por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo, yo te exorcizo, espíritu inmundo, enemigo de la fe, enemigo del género humano, conductor de la muerte, padre de la mentira, raíz de todos los males, seductor de los hombres, provocador de los dolores.

Te adjuro, maldito dragón, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, para que abandones de raíz y que huyas de este ser plasmado por Dios.

El mismo Jesucristo te lo ordena, quien te mandó sumergirte desde lo alto de los cielos a los lugares más bajos de la tierra.

El mismo Cristo te lo ordena, que calmó al mar, a los vientos y a las tempestades .

El mismo Cristo te lo ordena, que es la eterna Palabra de Dios hecha carne y que se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte por la salvación del género humano perdido por tu envidia.

Témelo a Él, que en Isaac fue inmolado, en José vendido, en el Cordero, muerto, en el hombre, crucificado, y en el infierno, triunfador.

Dale lugar a Cristo, en quien ninguna de tus obras has podido encontrar.

Humíllate bajo la potente mano de Dios; tiembla y huye, pues invocamos el santo nombre de Jesús, ante quien tiemblan los infierno, a quien están sujetas las Virtudes de los cielos, las Potestades, las Dominaciones, y a quien los Querubines y los Serafines aclaman con una sola voz diciendo:

Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.

Retrocede ya, en el nombre del Padre X y del Hijo X y del Espíritu X Santo.

Dale el lugar al Espíritu Santo por este signo de la Santa X Cruz de nuestro Señor Jesucristo

que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.


APÉNDICES

SÚPLICAS Y EXORCISMOS QUE PUEDEN AGREGARSE EN PECULIARES

CIRCUNSTANCIAS

1. La presencia del diablo y de otros demonios aparece no solamente en personas tentadas o atormentadas, sino también en las cosas y en los lugares que están en contacto, de algún modo, con ellas o su actividad. Asimismo pueden hacerse presente en las variadas formas de oposición y persecución a la Iglesia. De acuerdo a los sucesos y las circunstancias, el Obispo diocesano puede considerar oportuno congregar a los fieles para orar, presididos y animados por un sacerdote, para lo cual se disponen los elementos siguientes.

2. Congregada la asamblea de los fieles, el sacerdote dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos se signan y dicen: Amén.

3. Luego el sacerdote, saluda a los presentes con las manos extendidas:

Dios, Padre omnipotente que quiere que todos los hombres se salven esté con todos ustedes.

Todos responden: Y con tu espíritu.

O bien: El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

O bien:

Puede usarse otro saludo tomado de los libros litúrgicos aprobados.

4. Luego el sacerdote habla brevemente a los presentes, para disponer su atención a la celebración. A continuación es conveniente dar lugar a una Liturgia de la Palabra en la que se incluya una breve homilía del sacerdote que preside; en ella, inspirado por los textos bíblicos que se proclamen, el sacerdote invite a los fieles a la esperanza en la victoria de Cristo y las disposiciones de Dios a favor de los hombres, como las angélicas. Los textos bíblicos a proclamarse y los salmos responsoriales correspondientes pueden elegirse de entre los propuestos en los Leccionarios aprobados.

5. Pueden recitarse las letanías de los santos, que el sacerdote puede concluir con la

oración siguiente:

Espíritu Santo Creador, asiste bondadosamente a la Iglesia Católica; fortalécela y confírmala con tu poder contra los embates de los enemigos y renueva el espíritu de tus servidores fieles a quienes ungiste con tu caridad y tu gracia para que en ti glorifiquen al Padre y a su Hijo Unigénito, Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

6. Puede también, en lugar de las letanías, rezarse la Oración Universal con intenciones apropiadas. Al final se dice el Padre nuestro.

7. Después el sacerdote, con las manos juntas, agrega:

En nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro y con la intercesión de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, del bienaventurado Miguel Arcángel, de los bienaventurados apóstoles, Pedro y Pablo, y de todos los santos y confiando en la sagrada autoridad del ministerio recibido de la Iglesia me encamino seguro a enfrentar las vejaciones producidas por el engaño diabólico que han de ser repelidas.

8. Todos recitan a la vez:

Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos y huyen de su rostro quienes lo enfrentan. Tú los disipas como se disipa el humo; como se derrite la cera ante el fuego, así desaparecen los pecadores delante del Señor.

V. Huyan de la Cruz de Cristo, enemigos del Señor.

R. Ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David.

V. Señor, que venga tu misericordia sobre nosotros.

R. Como lo esperamos de ti.

V. Señor, oye mi oración.

R. Y llegue a ti mi clamor.

9. El sacerdote dice con las manos juntas:

Oremos.

Y todos oran en silencio.

Entonces el sacerdote con las manos juntas dice la siguiente oración:

Dios del cielo, Dios de la tierra, Dios de los ángeles, Dios de los arcángeles, Dios de los patriarcas, Dios de los profetas, Dios de los apóstoles, Dios de los mártires, Dios de los sacerdotes, Dios de las vírgenes, Dios de todos los santos y santas, Dios que tienes poder para dar vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, no hay otro Dios fuera de ti,  creador de todo lo visible e invisible, cuyo reino no tiene fin; humildemente suplicamos a la majestad de tu gloria, para que, con tu poder, libres a tus hijos de toda potestad, engaño y perversidad de los espíritus del infierno y nos custodies incólumes.

Todos responden: Amén.

10. Luego, si parece oportuno, el sacerdote con las manos extendidas pronuncia la siguiente fórmula imperativa, al modo de un exorcismo.

Te exorcizo, todo espíritu inmundo, toda potestad de las tinieblas, toda embestida del infernal adversario, toda legión, congregación y secta diabólica, en el nombre y el poder de nuestro Señor Jesucristo, para que salgas y huyas fuera de la Iglesia de Dios  y de los hombres creados a imagen de Dios y redimidos por la preciosa Sangre del Cordero divino.

No te atrevas más, astuta serpiente, que engañas al género humano, persigues a la Iglesia de Dios, que sacudes y tamizas como al trigo a los elegidos de Dios.

Te ordena el Dios altísimo, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, de quien te presumes semejante por tu gran soberbia.

Te ordena Dios Padre,

te ordena Dios Hijo,

te orden Dios Espíritu Santo.

Te ordena Cristo, eterna Palabra hecha carne, quien por la salvación del género humano, perdido por tu envidia, se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte, que edificó su Iglesia sobre una piedra firme y manifestó que nunca las fuerzas del infierno prevalecerían contra ella, con la cual él mismo estará todos los días hasta la consumación del mundo.

Te ordena el sacramento X de la Cruz y la fuerza de todos los misterios de la fe cristiana.

Te ordena la excelsa Virgen María, Madre de Dios, que con su humildad aplastó tu cabeza soberbia desde el primer instante de su Inmaculada Concepción.

Te ordena la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de los demás Apóstoles.

Te ordena la sangre de los Mártires y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas.

Por tanto, legión diabólica, te conjuro por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios santo, por el Dios que amó al mundo hasta dar a su Hijo Unigénito para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga la vida eterna: deja de engañar a las criaturas humanas, deja de infectarlas con el veneno de la perdición eterna, deja de dañar a la Iglesia, deja de echarle lazos a su libertad.

Vete, Satanás, padre de la mentira, enemigo de la salvación humana.

Deja el lugar a Cristo en quien nada de tus obras encontraste; deja el lugar a la Iglesia una, santa, católica y apostólica a la cual Cristo mismo adquirió con su Sangre.

Humíllate bajo la potente mano de Dios, tiembla y huye, por el santo nombre de Jesús ante quien se estremecen temerosos los infiernos y a quien están sujetos las Potestades y las Dominaciones, a quien alaban con incansables voces los Querubines y Serafines,diciendo: 

Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos.

11. Después se recita o canta esta antífona:

Bajo tu amparo, nos refugiamos santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades. Antes bien, líbranos de todos los males, Virgen gloriosa y bendita.

También puede recitarse la siguiente súplica a san Miguel Arcángel u otra súplica más conocida por el pueblo:

Príncipe glorioso de la celestial milicia, san Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla contra los Principados y Potestades contra los conductores de las tinieblas del mundo, contra todo aquello que pervierta lo celestial.

Ven en auxilio de los hombres a quien Dios hizo a su imagen y semejanza y rescató con alto precio de las tiranías del diablo.

A ti te venera la Iglesia como custodio y patrono, a ti te entregó el Señor las almas de los redimidos que han de ser hospedadas en la suprema felicidad.

Ruégale al Dios de la paz, para que quebrante a Satanás bajo nuestros pies y no pueda, en adelante, mantener cautivos a los hombres y dañar a la Iglesia.

Ofrece nuestras plegarias en presencia del Altísimo para que alcancemos pronto las misericordias del Señor y apreses al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás y lo envíes al abismo para que deje de seducir a los puebos.

Amén.

12. El sacerdote rocía el lugar con agua bendita. Luego bendice a los presentes y los

despide, como se acostumbra normalmente.

II

SÚPLICAS QUE PUEDEN SER EMPLEADAS PRIVADAMENTE POR LOSFIELES EN LA LUCHA CONTRA LAS POTESTADES DE LAS TINIEBLAS

Oraciones

1. Señor Dios, ten misericordia de mí, tu siervo, que por la multitud de las asechanzas estoy como un vaso resquebrajado; líbrame de la mano de mis enemigos, asísteme para que busque al que está perdido, lo pueda encontrar y restituirlo para ti, lo pueda restituir y entregártelo para que no lo abandones.

Concédeme que te agrade en todo ya que he podido conocerte y saber que me has redimido.

Amén.

2. Dios omnipotente, que refugias a los desolados y confortas a los prisioneros, mira mi aflicción y manifiesta tu poder para auxiliarme; vence al detestable enemigo y haz que, superada la presencia del adversario, pueda recuperar la paz y la libertad y así, sirviéndote con sincera piedad, pueda confesar que tú eres admirable y manifestar la grandeza de tus obras.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

3. Dios, creador y defensor del género humano tú formaste al hombre a tu imagen y lo recreaste admirablemente con la gracia del Bautismo; vuelve tu mirada sobre este siervo tuyo y escucha bondadosamente mis súplicas. Te pido que brote en mi corazón el esplendor de tu gloria para que, eliminado todo terror, miedo y temor, sereno en mente y alma junto a los hermanos en tu Iglesia pueda alabarte eternamente. Amén.

4. Padre Dios, autor de la misericordia y de todo amor, que quisiste que tu Hijo sufriera por nosotros el patíbulo de la Cruz para expulsar de nosotros el poder del enemigo, mira atentamente mi humillación y dolor y mantente firme, te pido, para que a quien renovaste en la fuente del Bautismo vencido el combate del Maligno, lo llenes con la gracia de tu bendición.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

5. Señor y Dios mío, que me adoptaste por la gracia y quisiste que fuera hijo de la luz, concédeme, te pido, que no sea envuelto por las tinieblas de los demonios y siempre pueda permanecer en el esplendor de la libertad recibida de ti.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

6. Invocaciones a la Santísima Trinidad

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.

Honor y gloria al único Dios.

Bendigamos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, alabémoslo y exaltémoslo por los siglos.

Te invocamos, te alabamos, te adoramos, oh bienaventurada Trinidad.

Esperanza nuestra, salvación nuestra, honor nuestro, oh bienaventurada Trinidad.

Líbrame, sálvame, vivifícame, oh bienaventurada Trinidad.

Santo, Santo, Santo, Señor Dios omnipotente el que es, el que era y el que vendrá.

A ti la honra y el imperio, oh bienaventurada Trinidad.

A ti la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

A ti la alabanza, a ti la gloria, a ti la acción de gracias por los siglos de los siglos, oh bienaventurada Trinidad.

Santo Dios, Santo y fuerte, Santo e inmortal, ten compasión de mí.

7. Invocaciones a nuestro Señor Jesucristo

a.

Jesús, Hijo del Dios vivo, ten compasión de mí.

Jesús, imagen del Padre, ten compasión de mí.

Jesús, sabiduría eterna, ten compasión de mí.

Jesús, esplendor de la luz eterna, ten compasión de mí.

Jesús, Palabra de vida, ten compasión de mí.

Jesús, Hijo de la Virgen María, ten compasión de mí.

Jesús, Dios y hombre, ten compasión de mí.

Jesús, Sumo Sacerdote, ten compasión de mí.

Jesús, pregonero del Reino de Dios, ten compasión de mí.

Jesús, camino, verdad y vida, ten compasión de mí.

Jesús, pan de Vida, ten compasión de mí.

Jesús, Vida verdadera, ten compasión de mí.

Jesús, hermano de los pobres, ten compasión de mí.

Jesús, amigo de los pecadores, ten compasión de mí.

Jesús, médico del alma y del cuerpo, ten compasión de mí.

Jesús, salvación de los oprimidos, ten compasión de mí.

Jesús, consuelo de los desamparados, ten compasión de mí.

Tú, que viniste a este mundo, ten compasión de mí.

Tú, que libraste a los oprimidos por el diablo, ten compasión de mí.

Tú, que estuviste colgado en la cruz, ten compasión de mí.

Tú, que aceptaste la muerte por nosotros, ten compasión de mí.

Tú, que yaciste en el sepulcro, ten compasión de mí.

Tú, que descendiste a los infiernos, ten compasión de mí.

Tú, que resucitaste de entre los muertos, ten compasión de mí.

Tú, que subiste a los cielos, ten compasión de mí.

Tú, que enviaste el Espíritu Santo a los apóstoles, ten compasión de mí.

Tú, que estás sentado a la derecha del Padre, ten compasión de mí.

Tú, que vendrás a juzgar a los vivos y muertos, ten compasión de mí.

b.

Por tu encarnación, líbrame, Señor.

Por tu nacimiento, líbrame, Señor.

Por tu bautismo y ayuno santo, líbrame, Señor.

Por tu cruz y tu pasión, líbrame, Señor.

Por tu muerte y sepultura, líbrame, Señor.

Por tu santa resurrección, líbrame, Señor.

Por tu admirable ascensión, líbrame, Señor.

Por la efusión del Espíritu Santo, líbrame, Señor.

Por tu gloriosa venida, líbrame, Señor.

c.

Cuando nombra a la cruz, el fiel puede signarse.

Sálvame, Cristo Salvador, por el poder de la Cruz X  tú que salvaste a Pedro en el mar, ten misericordia de mí.

Por la señal de la Cruz X líbranos de nuestros enemigos, Dios nuestro.

Por tu Cruz X sálvanos, Cristo redentor, tú que muriendo destruiste nuestra muerte y resucitando restableciste la vida.

Tu Cruz X adoramos, Señor, tu gloriosa Pasión recordamos, ten compasión, tú que padeciste por nosotros.

Te adoramos, Cristo, y te bendecimos  porque por tu Cruz X redimiste al mundo.

8. Invocaciones a la Virgen María

Bajo tu amparo, nos refugiamos santa Madre de Dios, no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades. Antes bien, líbranos de todos los males, Virgen gloriosa y bendita.

Consuelo de los afligidos, ruega por nosotros.

Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros.

Hazme digno de alabarte, Virgen santa; dame poder contra tus enemigos.

Madre mía, confianza mía.

Virgen Madre de Dios, María, ruega a Cristo por mí.

Dignísima Reina del mundo, siempre Virgen María, intercede por nuestra paz y salvación tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos.

María, Madre de gracia, Madre de misericordia, protégenos del enemigo y recíbenos en la hora de la muerte.

Socórreme, piadosísima Virgen María, en todas mis tribulaciones, angustias y necesidades y alcánzame de tu amado Hijo la liberación de todos los males y de los peligros del alma y del cuerpo.

Recuerda, piadosa Virgen María, que no se ha oído en el mundo que alguien que ha recurrido a tu apoyo, que haya implorado tu auxilio, que haya pedido tu ayuda, haya sido abandonado.

Yo animado por tal confianza corro hacia ti, Madre, Virgen de las vírgenes y como un pecador que llora sus culpas comparezco ante ti. No quieras desdeñar mis palabras, Madre de Dios,  sino que óyelas bondadosamente y recíbelas.

9. Invocación a san Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla sé un refugio contra la malicia y las insidias del diablo. Te rogamos, suplicantes, que Dios lo domine y tú, que presides la milicia celestial, arrojes al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de los hombres.

10. Preces litánicas

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros (por mí).

San Miguel, ruega por nosotros (por mí).

San Gabriel, ruega por nosotros (por mí).

San Rafael, ruega por nosotros (por mí).

Santos Ángeles custodios, rueguen por nosotros (por mí).

San Juan Bautista, ruega por nosotros (por mí).

San José, ruega por nosotros (por mí).

San Pedro, ruega por nosotros (por mí).

San Pablo, ruega por nosotros (por mí).

San Juan, ruega por nosotros (por mí).

Todos los Apóstoles, rueguen por nosotros (por mí).

Santa María Magdalena, ruega por nosotros (por mí).

(Pueden añadirse los nombres de otros santos o beatos)

De todo mal, líbranos (líbrame), Señor.

De todo pecado, líbranos (líbrame), Señor.

De las insidias del diablo, líbranos (líbrame), Señor.

De la muerte eterna, líbranos (líbrame), Señor.

Cristo, óyenos (óyeme).

Cristo, escúchanos (escúchame).


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