CAPÍTULO I RITO DEL EXORCISMO MAYOR

RITO DEL EXORCISMO MAYOR

RITO DEL EXORCISMO MAYOR

39. Antes de comenzar el rito del exorcismo, el ministro que ha de ejercerlo debe disponerse adecuadamente, según las circunstancias, diciendo la siguiente oración en secreto:

Señor Jesucristo, Verbo de Dios Padre, Dios de toda criatura, que diste a tus santos Apóstoles la potestad de someter a los demonios en tu nombre y de aplastar todo poder del enemigo;

Dios santo, que al realizar tus milagros ordenaste: "huyan de los demonios"; Dios fuerte, por cuyo poder Satanás, derrotado, cayó del cielo como un rayo; ruego humildemente con temor y temblor a tu santo nombre para que fortalecido con tu poder, pueda arremeter con seguridad contra el espíritu maligno que atormenta a esta criatura tuya.

Tú que vendrás a juzgar al mundo por el fuego purificador y en él a los vivos y los muertos. Amén.

El exorcista puede añadir también otras oraciones, como por ejemplo "En el nombre de Jesucristo..." (Apéndice II, 7), "Bajo tu amparo" (Apéndice II, 8), "San Miguel Arcángel..." (Apéndice II, 9), "Príncipe gloriosísimo..." (Apéndice II, 6).

Ritos iniciales

40. El sacerdote exorcista accede al lugar de la celebración, con los ornamentos adecuados que, según la costumbre será el alba, o el sobrepelliz sobre la vestidura talar, y la estola morada. Hecha la debida reverencia al altar o, faltando éste, a la cruz, se encamina a la sede. El sacerdote y los fieles hacen la señal de la cruz de la manera habitual:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos responden: Amén.

Luego el exorcista saluda a los fieles extendiendo las manos:

Dios, Padre omnipotente que quiere que todos los hombres se salven esté con todos ustedes.

Todos responden: Y con tu espíritu.

O bien: El Señor esté con ustedes.

Todos responden: Y con tu espíritu.

Entonces, el sacerdote puede preparar al fiel atormentado por el diablo y a los demás presentes con delicada humanidad a través de breves palabras.

41. Si fuera oportuno, el exorcista bendice el agua, diciendo con las manos juntas una de las siguientes oraciones:

Dios, que para la salvación del género humano, hiciste brotar de las aguas el sacramento de la nueva vida, escucha, con bondad, nuestra oración e infunde el poder de tu bendición X sobre esta agua, para que sirviendo a tus misterios, asuma el efecto de la divina gracia que espante los demonios y expulse las dolencias y así, al ser rociados, tus fieles sean liberados de todo daño; que en el sitio que será aspegido con esta agua, no resida el espíritu del mal y se alejen todas las insidias del oculto enemigo; haz que tus fieles, manteniéndose firmes por la invocación de tu santo nombre sean libres de todas las asechanzas.

Te lo pedimos, por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

42. O bien: Dios todopoderoso, fuente y origen de la vida del alma y del cuerpo, bendice X esta agua, que vamos a usar con fe para implorar el perdón de nuestros pecados y alcanzar la ayuda de tu gracia contra toda enfermedad y asechanza del enemigo. 

Concédenos, Señor, por tu misericordia, que las aguas vivas siempre broten salvadoras, para que podamos acercarnos a ti con el corazón limpio y evitemos todo peligro de alma y cuerpo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

43. Si se hace la mezcla de la sal, en la bendición del agua, el exorcista la bendice diciendo:

Te suplicamos, Dios todopoderoso, que bendigas en tu bondad esta sal creada por ti.

Tú mandaste al profeta Eliseo arrojarla en el agua estéril para hacerla fecunda.

Concédenos, Señor, que al recibir la aspersión de esta agua mezclada con sal nos veamos libres de los ataques del enemigo y la presencia del Espíritu Santo nos proteja siempre.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

Luego mezcla la sal con el agua, sin decir nada.

44. Luego, el exorcista, asperge con el agua bendita al fiel atormentado, a los presentes y al lugar, diciendo:

Esta es el agua que Dios ha bendecido. Que ella sea para nosotros fuente de salvación y de vida.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos responden: Amén.

O bien: Que esta agua nos recuerde que hemos sido bautizados y con ella, hagamos memoria de Jesucristo, que nos redimió con su muerte y resurrección.

Todos responden: Amén.

Súplica litánica

45. Después el exorcista, con estas u otras palabras semejantes, se dirige a los presentes y los invita a la oración:

Queridos hermanos, supliquemos intensamente la misericordia de Dios para que movido por la intercesión de todos los santos atienda bondadosamente la invocación de su Iglesia a favor de nuestro hermano(a) N. que sufre gravemente.

46. Enseguida el exorcista y los fieles, en la medida de las posibilidades, se arrodillan. Quien preside la celebración u otra persona comienza las letanías.

Pueden agregarse, en el lugar correspondiente, algunos nombres de santos o santas (por ejemplo, del patrono del lugar, del fiel atormentado, etc.) y también alguna intención especialmente apta para la situación. Quienes participan se unen en las respuestas comunes.

Señor, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Santa María, Madre de Dios, ruega por él (por ella).

San Miguel, Gabriel y Rafael, rueguen por él (por ella).

Todos los santos Ángeles de Dios, rueguen por él (por ella).

San Elías, ruega por él (por ella).

San Juan Bautista, ruega por él (por ella).

San José, ruega por él (por ella).

Todos los santos Patriarcas y Profetas, rueguen por él (por ella).

Santos Pedro y Pablo, rueguen por él (por ella).

San Andrés, ruega por él (por ella).

Santos Juan y Santiago, rueguen por él (por ella).

Todos los santos Apóstoles y Evangelistas, rueguen por él (por ella).

Santa María Magdalena, ruega por él (por ella).

Todos los santos Discípulos del Señor, rueguen por él (por ella).

San Esteban, ruega por él (por ella).

San Lorenzo, ruega por él (por ella).

Santas Perpetua y Felicidad, rueguen por él (por ella).

Todos los santos Mártires, rueguen por él (por ella).

San Gregorio, ruega por él (por ella).

San Ambrosio, ruega por él (por ella).

San Jerónimo, ruega por él (por ella).

San Agustín, ruega por él (por ella).

San Martín, ruega por él (por ella).

San Antonio, ruega por él (por ella).

San Benito, ruega por él (por ella).

Santos Francisco y Domingo, rueguen por él (por ella).

Santos Ignacio (de Loyola) y Francisco (Javier), rueguen por él (por ella).

San Juan María (Vianney), ruega por él (por ella).

Santa Catalina (de Siena), ruega por él (por ella).

Santa Teresa de Jesús, ruega por él (por ella).

Todos los Santos y Santas de Dios, rueguen por él (por ella).

Muéstrate propicio, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De todo mal, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De todo pecado, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De las insidias del diablo, líbranos (líbralo[a]), Señor.

De la muerte eterna, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu nacimiento, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu santo ayuno, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu cruz y tu pasión, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu muerte y sepultura, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu santa resurrección, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por tu admirable ascensión, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Por la venida del Espíritu Santo, Paráclito, líbranos (líbralo[a]), Señor.

Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

Tú que por nosotros fuiste tentado por el diablo, ten piedad de nosotros.

Tú que libraste a los atormentados de los espíritus inmundos, ten piedad de nosotros.

Tú que diste a tus discípulos el poder sobre los demonios, ten piedad de nosotros.

Tú que sentado a la derecha del Padre intercedes por nosotros, ten piedad de nosotros.

Tú que vendrás a juzgar a vivos y muertos, ten piedad de nosotros.

Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos.

Para que nos perdones, te rogamos, óyenos.

Para que nos indultes, te rogamos, óyenos.

Para que nos confortes y conserves en tu santo servicio, te rogamos, óyenos.

Para que eleves nuestras mentes hacia deseos celestiales, te rogamos, óyenos.

Para que concedas a tu Iglesia servirte con plena libertad, te rogamos, óyenos.

Para que le concedas la paz y la verdadera concordia a todos los pueblos, te rogamos, óyenos.

Para que nos escuches, te rogamos, óyenos.

Cristo, óyenos.

Cristo, óyenos.

Cristo, escúchanos,

Cristo, escúchanos.

47. Concluidas las letanías, el exorcista dice, de pie, la siguiente oración:

Señor y Dios nuestro, a quien pertenece compadecerse siempre y perdonar, escucha nuestra súplica para que la compasión de tu misericordia libere a este servidor tuyo N. (servidora tuya N.) que está sujeto(a) por las cadenas del dominio diabólico.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

Todos se ponen de pie.

48. O bien: Dios y Padre nuestro, que nos ves quebrantados por nuestra fragilidad, te rogamos suplicantes por este hermano nuestra N. (hermana nuestra N.), para que apartes de él (ella) el espíritu del mal y lo (la) restituyas a la plena libertad de tus hijos para que así, te alabe siempre con la multitud de tus santos.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

Todos se ponen de pie.

Oración con salmos

49. Después el exorcista puede recitar, según las circunstancias, uno o varios salmos, o bien algunos versículos o estrofas escogidas. Aquí se propone un solo salmo pero pueden añadirse otros, según los textos indicados en el capítulo II.

Los salmos pueden ser introducidos con una sentencia neotestamentaria y concluidos con una oración, tal como puede verse a continuación.

Quienes están presentes en la celebración pueden participar de los modos acostumbrados en la Liturgia para la oración con salmos.

50.Salmo 90

Bajo la protección del Altísimo

Les he dado poder de caminar sobre serpientes y para vencer todas las fuerzas del enemigo. (Lc. 10,19)

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío».

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Él te librará de la red del cazador y de la peste perniciosa; te cubrirá con sus plumas, y hallarás un refugio bajo sus alas. No temerás los terrores de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las tinieblas, ni la plaga que devasta a pleno sol.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Aunque caigan mil a tu izquierda y diez mil a tu derecha, tú no serás alcanzado: su brazo es escudo y coraza. Con sólo dirigir una mirada, verás el castigo de los malos, porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque hiciste del Señor tu refugio y pusiste como defensa al Altísimo

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

«Él se entregó a mí, por eso, yo lo glorificaré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré; le haré gozar de una larga vida y le haré ver mi salvación».

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

R. Tú eres, Señor, mi refugio.

Oración

Señor, tú eres nuestra defensa y nuestro refugio; te pedimos que libres a tu hijo(a) N. de la trampa de los demonios y de la palabra cruel de los perseguidores. Protégelo(a) bajo la sombra de tus alas rodéalo(a) con el escudo de tu fortaleza y muéstrale la clemencia de tu salvación.

Por Cristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

51. A continuación el exorcista proclama el Evangelio; todos lo escuchan de pie. Puede tomarse también una perícopa de las propuestas en el capítulo II (nn.76-80).

52. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según san Juan 1,1-14

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

Él no era luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Imposición de las manos

53. Luego, el exorcista impone las manos sobre la cabeza del fiel atormentado, mientras dice:

V. Hágase tu Voluntad, Señor, sobre nosotros del modo como todos esperan de ti.

Todos dicen: Señor, ten piedad.

V. Envía tu Espíritu y las cosas serán creadas, y renovarás la faz de la tierra.

Todos dicen: Señor, ten piedad.

V. Salva a tu siervo(a) que espera en ti, Dios mío.

Todos dicen: Señor, ten piedad.

V. Sé para él (ella), Señor, una torre de fortaleza frente al enemigo,

Todos dicen: Señor, ten piedad.

V. Que el enemigo no se aproveche de él (ella), y que el hijo de la impiedad no añada más dolor.

Todos dicen: Señor, ten piedad.

V. Envíale, Señor, tu auxilio y cuídalo desde tu morada.

Todos dicen: Señor, ten piedad.

Símbolo de fe o promesas bautismales

El exorcista invita a profesar la fe. Si se usa para ello el Símbolo, se invita a recitarlo con las siguientes palabras:

Profesemos nuestra fe, que es la victoria que vence al mundo.

Si se emplean las renuncias y promesas bautismales, se dice:

Renovemos ahora las promesas de nuestro bautismo, con las cuales, un día, renunciamos a Satanás y a sus obras y prometimos servir a Dios en la santa Iglesia católica.

Primera forma.

Todos juntos recitan el Símbolo:

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

(En las palabras que siguen, hasta "María Virgen", todos se inclinan).

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

O bien:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:

Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo.

(En las palabras que siguen, hasta "se hizo hombre", todos se inclinan.)

y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

56.Otra forma:

Exorcista: ¿Renuncian a Satanás?

Todos: Sí, renuncio.

Exorcista: ¿Renuncian a todas sus obras?

Todos: Sí, renuncio.

Exorcista: ¿Renuncian a todas sus vanidades?

Todos: Sí, renuncio.

Exorcista: ¿Renuncian al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios?

Todos: Sí, renuncio.

Exorcista: ¿Renuncian a las seducciones de la iniquidad, para que no los domine el pecado?

Todos: Sí, renuncio.

Exorcista: ¿Renuncian a Satanás, que es el autor y el príncipe del pecado?

Todos: Sí, renuncio.

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Todos: Sí, creo.

¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que nació de la Virgen María, padeció y fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

Todos: Sí, creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la Vida eterna?

Todos: Sí, creo.

57. Luego el exorcista introduce a la oración del Señor diciendo con las manos juntas:

Unidos como hermanos y junto a N., invoquemos a Dios como Jesucristo nos enseñó para que Él nos libre de todo mal.

O bien:

No sabemos orar como conviene, pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad y Él mismo interpela y ruega a Dios por nosotros. Movidos por el Espíritu digamos juntos:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos el mal. Junta las manos y los presentes concluyen la oración aclamando:

Porque tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Señal de la cruz.

58. Luego el exorcista muestra la cruz y, con ella, bendice al fiel atormentado mientras dice:

Ante la Cruz de nuestro Señor aléjense de aquí, todas las fuerzas enemigas.

O bien:

Por medio del signo de la Cruz, nuestro Señor te libre del enemigo.

O bien:

La santa Cruz sea, para ti, luz y vida.

Soplo.

59. Si parece conveniente, el exorcista sopla sobre el rostro del fiel atormentado, diciendo:

Con el Espíritu de tu boca, Señor expulsa los espíritus malignos, mándales alejarse porque se aproxima tu Reino.

Oración del exorcismo

60. Luego el exorcista pronuncia la fórmula deprecativa del exorcismo mayor (n.61). Si es oportuno también añade la fórmula imperativa. 

Otras fórmulas tanto deprecativas como imperativas, se proponen en el capítulo II, nn.81-84

61. Fórmula deprecativa

Dios, creador y defensor del género humano, dirige tu mirada sobre este siervo tuyo (sierva tuya) N. a quien formaste a tu imagen y llamas a ser partícipe de tu gloria.

El antiguo adversario lo (la) atormenta cruelmente, lo (la) oprime con fuerte violencia y lo (la) inquieta con cruel terror. Envía sobre él (ella) tu Espíritu Santo para que lo (la) haga fuerte en la lucha le enseñe a rogar en la tribulación y lo (la) defienda con su poderosa protección.

Escucha, Padre santo, el gemido de tu Iglesia suplicante; no permitas que tu hijo (hija) sea poseída por el padre de la mentira; no dejes que este servidor (servidora) a quien Cristo redimió con su Sangre sea retenido (retenida) por la cautividad del diablo;  impide que el templo de tu Espíritu sea inhabitado por los espíritus inmundos.

Escucha, Dios misericordioso, la oración de la bienaventurada Virgen María, cuyo Hijo, muriendo en la Cruz, aplastó la cabeza de la antigua serpiente y encomendó a la Madre todos los hombres como hijos.

Que resplandezca en este siervo tuyo (sierva tuya) la luz de la verdad entre en él (ella) el gozo de la paz, lo (la) posea el Espíritu de la paz y llenando su corazón le dé la serenidad y la paz.

Escucha, Señor. la oración de San Miguel Arcángel y de todos los ángeles que te sirven.

Dios de todo bien, impide decididamente la acción diabólica; tú que eres la fuente de la verdad y del perdón, expulsa las falaces insidias del diablo;

Señor de la libertad y de la gracia, desata los lazos de la perversidad.

Tú que amas y salvas al hombre que escuchas paternalmente la oración de los apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos que con tu gracia vencieron las asechanzas del Maligno.

Libra a este siervo tuyo (esta sierva tuya) de toda potestad ajena y custodia la firmeza que necesita. para que restituido (restituida) a la serenidad espiritual te ame de corazón y te sirva con sus obras, te glorifique con sus alabanzas y te celebre con su vida.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Y todos responden: Amén.

62. Fórmula imperativa

Te declaro anatema, Satanás, enemigo de la salvación humana; reconoce la justicia y la bondad de Dios Padre, que, con justo juicio, condenó tu soberbia y tu envidia: apártate de este siervo (esta sierva) N., a quien Dios hizo a su imagen, colmó con sus dones y adoptó como hijo (hija) de su misericordia.

Te conjuro, Satanás, príncipe de este mundo: reconoce el poder y la fuerza de Jesucristo, que te venció en el desierto, superó tus insidias en el Huerto, te despojó en la Cruz, y resucitado del sepulcro transfirió tus trofeos al reino de la luz: retírate de esta criatura N., a la cual Cristo al nacer hizo su hermano (hermana)  y al morir lo (la) redimió con su Sangre. Te conjuro, Satanás, que engañas al género humano, reconoce al Espíritu de la verdad y de la gracia que repele tus insidias y confunde tus mentiras. Sal de N., criatura plasmada por Dios, a quien el mismo Espíritu marcó con su sello poderoso; retírate de este hombre (esta mujer), a quien Dios hizo templo sagrado con una unción espiritual. Por eso, retírate, Satanás, en el nombre del Padre X, y del Hijo X, y del Espíritu X Santo; retírate por la fe y la oración de la Iglesia; retírate por la señal de la santa Cruz, de nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.


Otras fórmulas deprecativas e imperativas que pueden añadirse o cambiarse con aquéllas que aquí se han indicado, pueden verse en el capítulo II, nn. 81-83.

Acción de gracias

63. Después de la liberación del fiel atormentado, el exorcista y los presentes entonan el siguiente cántico:

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremce de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

O bien:

«Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes, por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.

Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

64. Luego el exorcista pronuncia la siguiente oración: Señor y Dios, creador y salvador de todo hombre, que a este amado siervo tuyo (esta amada sierva tuya) N. recibiste con misericordia; te pedimos que lo (la) conserves con tu providencia y lo (la) custodies en la libertad que le concedió tu Hijo.

Garantiza, Señor, que el espíritu de impiedad no tenga poder en adelante sobre él (ella); ordena, Señor, que lo (la) colmen la bondad y la paz del Espíritu Santo, de tal manera que nunca tema al Maligno, porque el Señor Jesucristo permanece entre nosotros, Él que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Todos responden: Amén.

Rito de conclusión

65. Luego se procede a la despedida. El exorcista, dirigiéndose a los presentes dice con las manos extendidas:

El Señor esté con ustedes.

Todos responden: Y con tu espíritu.

El exorcista bendice a los presentes:

Que el Señor los bendiga y los proteja.

R. Amén.

Haga brillar su rostro sobre ustedes y los bendiga.

R. Amén.

Les descubra su rostro y les conceda la paz.

R. Amén.

Y que la bendición de Dios todopoderoso,

del Padre, del Hijo X y del Espíritu Santo,

descienda sobre ustedes.

Todos responden: Amén.

O bien: La paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tome bajo su cuidado los corazones y pensamientos de ustedes, en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

R. Amén.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, del Padre, del Hijo X y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.

Todos responden: Amén.

66. Si el exorcismo debe ser reiterado, el exorcista reserva la bendición indicada en el n. 65 para el final.

CAPÍTULO II

DIVERSOS TEXTOS FACULTATIVOS PARA AÑADIR EN EL RITO

SALMOS

67.

Salmo 3

No ponemos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos (2 Cor 1,9).

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,

cuántos los que se levantan contra mí!

¡Cuántos son los que dicen de mí:

«Dios ya no quiere salvarlo»!

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Pero Tú eres mi escudo protector y mi gloria,

tú mantienes erguida mi cabeza.

Invoco al Señor en alta voz,

y él me responde desde su santa Montaña.

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Yo me acuesto y me duermo,

y me despierto tranquilo

porque el Señor me sostiene.

No temo a la multitud innumerable,

apostada contra mí por todas partes.

R. Tú, Señor, eres mi protector.

¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, Dios mío!

Tú golpeas en la mejilla a mis enemigos

y rompes los dientes de los malvados.

¡En ti, Señor, está la salvación,

y tu bendición sobre tu pueblo!

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

R. Tú, Señor, eres mi protector.

Oración.

Señor y protector nuestro, atiende nuestra aflicción, porque se han multiplicado quienes atormentan a tu servidor (tu servidora) N.; tú que sostienes al que persevera, derrama tu bendición abundante sobre él (ella) para que conozca a tu Salvador, Jesucristo, que venció las insidias del diablo.

Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

68.

Salmo 10

No teman, porque valen más que muchos pájaros (Mt. 10,31).

R. Confío en el Señor.

Yo tengo mi refugio en el Señor, ¿Cómo pueden decirme entonces: «Escapa a la montaña como un pájaro?

R. Confío en el Señor.

Porque los malvados tienden su arco y ajustan sus flechas a la cuerda, para disparar desde la penumbra contra los rectos de corazón. Cuando ceden los cimientos, ¿qué puede hacer el justo?»

R. Confío en el Señor.

Pero el Señor está en su santo Templo, el Señor tiene su trono en el cielo. Sus ojos observan el mundo, sus pupilas examinan a los hombres: el Señor examina al justo y al culpable, y odia al que ama la violencia. Que él haga llover brasas y azufre sobre los impíos, y les toque en suerte un viento abrasador.

R. Confío en el Señor.

Porque el Señor es justo y ama la justicia, y los son rectos verán su rostro.

R. Confío en el Señor.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

R. Confío en el Señor.

Oración.

Dios, que amas la justicia y miras atentamente al pobre; libra a tu servidor (tu servidora) N. de los lazos ocultos  y defiéndelo (defiéndela) de los que se ven; para que siguiendo tras las cosas que te agradan, merezca ver tu rostro.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

69.

Salmo 12

Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza  sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo (Rom. 15,13).

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

¿Hasta cuándo me tendrás olvidado, Señor? ¿Eternamente? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo mi alma estará acongojada y habrá pesar en mi corazón, día tras día? ¿Hasta cuándo mi enemigo prevalecerá sobre mí?

¡Mírame, respóndeme, Señor, Dios mío! Ilumina mis ojos, para que no caiga en el sueño de la muerte, para que mi enemigo no pueda decir: «Lo he vencido», ni mi adversario se alegre de mi fracaso.

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Yo confío en tu misericordia: que mi corazón se alegre porque me salvaste. ¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

R. Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Oración

Dios omnipotente, no apartes tu rostro de este servidor tuyo (esta servidora tuya) N. para que nuestro enemigo no se levante contra él (contra ella); llena de tal manera su corazón con el gozo de tu salvación que prevalezca sobre el mar de la muerte.

Por Cristo nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

70.

Salmo 21

El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. (Heb 5,7)

R. Sálvame de la boca del león.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?  ¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?Te invoco de día, y no respondes, de noche, y no encuentro descanso;

R. Sálvame de la boca del león.

Y sin embargo, tú eres el Santo, que reinas entre las alabanzas de Israel. En ti confiaron nuestros padres: confiaron, y tú los libraste; clamaron a ti y fueron salvados, confiaron en ti y no quedaron defraudados.

R. Sálvame de la boca del león.

Pero yo soy un gusano, no un hombre; la gente me escarnece y el pueblo me desprecia; los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:

«Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto».

R. Sálvame de la boca del león.

Tú, Señor, me sacaste del seno materno, me confiaste al regazo de mi madre; a ti fui entregado desde mi nacimiento, desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios. No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme.

R. Sálvame de la boca del león.

Me rodea una manada de novillos, me acorralan toros de Basán; abren sus fauces contra mí como leones rapaces y rugientes. Soy como agua que se derrama y todos mis huesos están dislocados; mi corazón se ha vuelto como cera y se derrite en mi interior; mi garganta está seca como una teja y la lengua se me pega al paladar.

R. Sálvame de la boca del león.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies y me hunden en el polvo de la muerte. Yo puedo contar todos mis huesos; ellos me miran con aire de triunfo, se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica.

R. Sálvame de la boca del león.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme Libra mi cuello de la espada y mi vida de las garras del  perro. Sálvame de la boca del león, salva a este pobre de los toros salvajes. Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea:

R. Sálvame de la boca del león.

«Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel. Porque él no ha mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó cuando pidió auxilio»

R. Sálvame de la boca del león. Por eso te alabaré en la gran asamblea y cumpliré mis votos delante de los fieles: los pobres comerán hasta saciarse y los que buscan al Señor lo alabarán. ¡Que sus corazones vivan para siempre! Todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia.

R. Sálvame de la boca del león.

Porque sólo el Señor es rey y él gobierna a las naciones. Todos los que duermen en el sepulcro se postrarán en su presencia;

R. Sálvame de la boca del león.

Todos los que bajaron a la tierra doblarán la rodilla ante él, y los que no tienen vida glorificarán su poder. Hablarán del Señor a la generación futura, anunciarán su justicia a los que nacerán después, porque esta es la obra del Señor.

R. Sálvame de la boca del león.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

R. Sálvame de la boca del león.

Oración

Dios, que reconciliaste contigo al mundo por la pasión de tu Hijo, te suplicamos humildemente que no postergues el auxilio que necesita de ti, este hijo tuyo (hija tuya) N.; defiéndelo (defiéndela) y líbralo (líbrala) de la boca del león que busca arrebatarlo (arrebatarla).

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos responden: Amén.

71.

Salmo 30

Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró (Lc. 23,46).

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Líbrame, por tu justicia inclina tu oído hacia mí y ven pronto a socorrerme. Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo,

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Porque tú eres mi Roca y mi baluarte: por tu Nombre, guíame y condúceme. Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. Yo detesto a los que veneran ídolos vanos y confío en el Señor. ¡Tu amor será mi gozo y mi alegría! Cuando tú viste mi aflicción y supiste que mi vida peligraba, no me entregaste al poder del enemigo, me pusiste en un lugar espacioso.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Ten piedad de mí, Señor, porque estoy angustiado: mis ojos, mi garganta y mis entrañas están extenuados de dolor. Mi vida se consume de tristeza, mis años, entre gemidos; mis fuerzas decaen por la aflicción y muy huesos están extenuados.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Soy la burla de todos mis enemigos y la irrisión de mis propios vecinos; para mis amigos soy motivo de espanto, los que me ven por la calle huyen de mí. Como un muerto, he caído en el olvido, me he convertido en una cosa inútil. Oigo los rumores de la gente y amenazas por todas partes, mientras se confabulan contra mí y traman quitarme la vida.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: «Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos». Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia;

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Señor, que no me avergüence de haberte invocado. Que se avergüencen los malvados y bajen mudos al Abismo; que enmudezcan los labios mentirosos, los que profieren insolencias contra el justo con soberbia y menosprecio. Amén.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

¡Qué grande es tu bondad, Señor! Tú la reservas para tus fieles; y la brindas a los que se refugian en ti, en la presencia de todos. Tú los ocultas al amparo de tu rostro de las intrigas de los hombres; y los escondes en tu Tienda de campaña, lejos de las lenguas pendencieras.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

¡Bendito sea el Señor! El me mostró las maravillas de su amor en el momento del peligro. En mi turbación llegué a decir: «He sido arrojado de tu presencia». Pero tú escuchaste la voz de mi súplica, cuando yo te invocaba.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Amen al Señor, todos sus fieles, porque él protege a los que son leales y castiga con severidad a los soberbios. Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

R. Líbrame del poder de mis enemigos.

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